Un estudio reveló que los niveles de contaminación llegaron a tal punto que no existe ningún lugar del mundo donde el agua sea potable.
En nuestro imaginario colectivo está la idea que el agua de lluvia es inocua. Quizás tiene mucho que ver con la sensación de limpieza que nos queda tras una llovizna en la ciudad. Incluso nos animamos a tomar un poco mientras caminamos bajo el agua. ¿Se les hace conocida esta imagen?

Un estudio revelador
Pero esto es algo que debemos relegar al pasado, pues un equipo de investigadores de Universidad de Estocolmo concluyeron que el agua de lluvia en toda la Tierra no es segura para beber según las normas de contaminación de Estados Unidos. Los resultados fueron publicados en la revista Environmental Science & Technology a principios de agosto, poniendo en alerta a todos.
Pero ¿a qué se debe esto? La respuesta es sencilla, es producto de nuestras propias manos como humanidad. La publicación da cuenta que el agua de todo el mundo está contaminada con sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS por sus siglas en inglés). Desde hace diez años los investigadores tomaron muestras y confirmaron que ya no existe ningún agua que pueda considerarse potable.
En nuestros alimentos, en la ropa, en los envases, en todos lados…
La pregunta que surge a partir de esto es «¿qué son las PFAS?». Los ambientalistas e investigadores del área los llaman Químicos Perpetuos (Forever Chemicals, en inglés) porque se desintegran de forma muy lenta en el ambiente, los PFAS han contaminado todo el mundo aún cuando la tasa de producción de estos han bajado desde hace casi 20 años.
Estos químicos eran comunes de encontrar en envases de productos de belleza y limpieza, pues debían ser colocados en envases plásticos que resistan al contenido. Con la mala disposición final de estos tipos de plásticos, los quimicos pasaron a la tierra y el agua. Hoy puede encontrarse trazas de PFAS en casi todo y todos.

Lo que impresiona es la volatibilidad de estos químicos, ya que las moléculas de agua que se evaporan de ríos, mares y oceanos, arrastran consigo PFAS, perdurando así en las nubes y volviendo a la tierra en conjunto a la lluvia. Esto genera un efecto dominó, pues el agua contaminada cae sobre todo.
En muchos lugares del mundo los productores crean lagos artificiales, o desvían ríos para el riego de los cultivos. El agua de lluvia aporta al afluente de lagos y ríos, ergo, todo lo que comemos está contaminado.
¿Qué tan grave es la noticia?
Pues debe preocuparnos y mucho. Si bien las emisiones de PFAS han caido abruptamente, solamente limitadas a países donde los controles son laxos, la movilidad que les confirió el ciclo del agua han hecho presentes a químicos en todos los rincones del planeta.
Datos recogidos desde 2010 y estudiados por su equipo muestran que «incluso en la Antártida o la meseta tibetana, los niveles en el agua de lluvia están por encima de las pautas de agua potable que propuso la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de Estados Unidos», señaló Cousins, uno de los investigadores.
Por último, pero no menos importante, los PFAS son extremadamente persistentes y dañinas para el ecosistema. Según detalla esta publicación, son también perjudiciales para la salud del ser humano: pueden afectar provocando cáncer, infertilidad o complicaciones en el embarazo, problemas en el sistema inmunitario o problemas de aprendizaje y conducta en los más pequeños.