En plena dictadura cívico-militar, en Argentina las publicaciones consideradas suvbersivas eran destruidas por el fuego. Una muestra de que la represión se ejecutaba en también en el plano intelectual.

Imagen de tapa: «3.000 euros de dinero público utilizados en comprar libros de Bakunin para quemarlos en una plaza», de Karmelo Bermejo

Lo «subversivo» entre las manos

La última dicatadura cívico militar de Argentina acuñó terminología que aún hacen mella en la memoria colectiva. Cuando alguien era levantado en plena calle o sacado de su casa por un grupo de tareas, lo común entre las personas era decir «algo habrá hecho», suficiente para lavarselas manos ante un hecho aberrante. La misma convivencia con la violencia institucionalizada socavó la empatía frente a estos sucesos.

Lo mismo ocurrió con el pensamiento. El Estado se encargó de recolectar libros, revista, discos y cualquier material que considerara vehícuo de pensamientos socialistas, marxistas, revolucionarios u otro que despierte el pensamiento crítico. Todos estos materiales eran clasificados como subversivos.

El 30 de agosto de 1980 se llevó a cabo una de las quemas de libros más grandes del país. Ese día la policía bonaerense quemó en un baldío de Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello, retirados de los depósitos por orden del juez federal de La Plata, Héctor Gustavo de la Serna.

Un poco de retrospectiva

En marzo de 1976 daba inicio a una de las etapas más sangrientas y oscuras de Argentina. Un golpe militar de Estado, apoyado por sectores de la Iglesia Católica y colaboradores civiles, aterrorizaba al pueblo en busca de socavar los ideales democráticos que se habian forjado durante el periodo Peronista.

Buena parte de las tareas del Estado represor era acallar las voces y pensamientos diferente. No sólo se valieron de las detenciones arbitrarias, sino también la tortura, llegando a cometer crimenes de lesa humanidad como los asesinatos y las desapariciones forzadas de personas. La quema de libros era una faceta más que pretendía marcar la agenda del pensamiento colectivo.

No fue el primer atentado al pensamiento

Pero la 1980 no fue la primera quema. En abril de 1976, un mes despues del golpe de Estado, se llevó a cado dos quemas en Córdoba. La primera se produjo en la escuela secundaria comercial “Manuel Belgrano” el 2 de abril. Ese día el interventor teniente primero Manuel Carmelo Barceló recorrió la biblioteca, seleccionó 19 libros entre los que se encontraban autores como Marx, Engels, Margarita Aguirre, Godio y Martí; y procedió a quemarlos en el patio a la vista de numerosos alumnos como testigos. La fogata fue acompañada por la posterior desaparición de 12 estudiantes, con decenas de chicos expulsados y varios docentes cesanteados.

La segunda gran fogata se produjo el 29 de abril. El general Luciano Benjamín Menéndez ordenó la quema colectiva de libros que habían sido secuestrados en bibliotecas, colegios y universidades durante los días previos. Luego de brindar conferencias de prensa a periodistas de la provincia, el Jefe del Regimiento de Infantería Aerotransportada 14 del Comando del III Cuerpo del Ejército, Jorge Eduardo Gorleri, exhibió ante los presentes la pila de libros confiscada y ordenó quemarlos.

No se limitó solo a la dictadura

Así es, durante el útimo periodo del Peronismo, con Isabel de Perón ya a cargo del gobierno, grupos de tareas como la Triple A reprimían, perseguían y secuestraban a personas que pudieran poseer material de tinte marxista y socialista. En ese momento el país vivía un despertar político donde se habían forjado sindicatos, moviemientos de trabajadores y estudiante comprometidos.

En julio de 1974 un grupo de hombres ingresó en los talleres de Eudeba al grito de “¿dónde está El marxismo, de Henri Lefevre?” y quemaron más de 25 mil libros.

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